Gabriela Mistral nació en un valle, en uno de los más famosos, bellos y fértiles valles de Chile, el 7 de abril de 1889. Específicamente en la ciudad de Vicuña, una de las principales ciudades del Elqui.
Lucila Godoy Alcayaga, como le puso su madre al nacer, creció en una familia descendiente de Diaguitas y de Vascos, propietarios de algunos terrenos del valle.
De niña, pululó entre Vicuña, Pisco Elqui y Monte Grande, siendo abandonada por su padre, quien se desempeñaba como profesor, a los 3 años de edad.
Gabriela Mistral vivió en esas fértiles tierras hasta los años los 15 años, cuando emprendió rumbo hacia La Serena para dedicarse a ser profesora ayudante en la escuela del popular barrio Las Compañías.
Allí escribió y se comenzó a consolidar en las letras. Enviaba textos a algunos diarios locales y continuó en su labor docente, la cual pudo regularizar, tras discriminaciones varias, en 1910 en la Escuela Normal n°1 de Santiago.
En 1914 recibió su primera distinción en la literatura, siendo premiada con el primer lugar, en el concurso Juegos florales de la Fech, por su obra Sonetos de la muerte. En ese momento, nació Gabriela Mistral.
Su nombre literario, Gabriela Mistral, fue usado por primera vez en dicho concurso, y nació de los nombres de dos de sus referentes poéticos, Gabriele D’Anunzzio y Frederic Mistral.
Desde ese momento, Gabriela Mistral, comienza a ser reconocida como una de las más importantes poetas chilenas.
Continuó su trabajo en educación, siendo inspectora del Liceo de niñas de La Serena. Visitó distintos países estudiando las metodologías de enseñanza utilizadas y recorrió Chile de norte a sur trabajando como docente, inspectora y directora de escuelas, colegios y liceos.
En 1920, y en New York, se publicó una de sus máximas obras, Desolación. Ésta, la habría escrito mientras residía en La Serena, siendo una joven casi adolescente.
En esa misma década, Gabriela Mistral zarpó hacia México para trabajar en la reforma educacional que se mantendría exitosamente hasta el día de hoy, y a la cual se le han realizado leves modificaciones.
Los años posteriores Gabriela Mistral los pasó errando por el mundo, entre América y Europa, donde dio conferencias, charlas y trabajó en cargos diplomáticos.
Su vida amorosa siempre ha llamado la atención, ya que nunca se casó y no se le conocieron parejas públicamente. Sin más, sólo se han mencionado algunas cartas y correspondencia que habría mantenido con hombres cuando joven.
De hecho, para muchos y muchas, es una realidad que Gabriela Mistral tuvo una vida sexual y afectiva mayoritariamente con mujeres.
Aún así, tuvo un hijo, Yin Yin, al que hizo conocido como su sobrino, y posteriormente como su hijo, luego que éste se quitara la vida a los 18 años de edad mientras residían en Brasil.
La muerte de su madre, a quien homenajeó en Tala, más la de Yin Yin, fueron dolores muy fuertes e intensos en la vida de Gabriela Mistral.
En esos mismos años, 1945, recibió el máximo reconocimiento literario, al otorgársele el Premio Nobel de Literatura.
Posterior a esto, Gabriela Mistral compartiría sus días y vidas con Doris Dana, una escritora estadounidense.
En el país del norte vivieron su amor y cotidianidad, rodeadas de gatos, memorias, recuerdos comidas, cartas, letras y audios, que solían grabar.
Con Doris mantuvieron una intensa correspondencia amorosa que se ha hecho pública en los últimos años, inspirando documentales de su vida y amor.
Gabriela Mistral, intensa y potente mujer de la tierra, siempre fue una nostálgica de su vida, terruño y recuerdos, escribiendo constantemente sobre ellos.
Nunca quiso olvidar los colores, sentires y olores de su valle querido, ni de su Chile entero natal.
Rupturista, defensora de los derechos de los y las pobres, de la educación y de los derechos de las mujeres, declaró su apoyo a regímenes revolucionarios de izquierda, viviendo en la intensa trashumancia en la búsqueda de sí y de los cambios sociales para todos y todas.
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